Visitamos
las cantinas del Colegio Nacional José Pedro Varela, su sucursal en primaria y su
local en el edificio de secundaria.
Conversando
con el dueño de la cantina de primaria, Fernando, éste nos comentó que si bien
la medida tomada le parece correcta, y de hecho él intenta promover a sus hijos
una alimentación saludable, la misma ha tenido una repercusión negativa en las
ventas de su cantina. “En lo personal comparto completamente la resolución, en
cuanto a mi trabajo, sí, sin duda fue perjudicial”.
Comentó
que inmediatamente luego de que la ley se puso en práctica él dejo de vender
los productos que se prohíben en ella, pero agregó: “Soy consciente de que
muchas cantinas continúan vendiendo snacks. Yo prefiero respetar la ley”.
Fernando,
realizó un especial énfasis en los snacks ya que considera que es en ellos
donde recaía la mayor ganancia de la cantina. “Los chicos de entre 6 y 10 años
vienen a la cantina a comprar papas chips y Coca Cola. El que trae comida de la
casa, tal vez come de forma saludable, pero ningún niño viene aquí a pedir una
manzana”.
No
nos dijo con exactitud cuál fue la pérdida que él experimentó, pero asegura que los primeros meses se hizo
sentir muy fuertemente. Nos comentó que con el tiempo buscó la forma de
elaborar alimentos que pudieran ser vendidos y que a la vez se vieran
atractivos para los niños.
En
cuanto a la cantina del edificio de secundaria, la dueña, Teresa, también nos
aseguró que la ley representó una pérdida para su cantina. “La prohibición de
vender snacks es lo que más nos afecta”. Comentó a su vez: “De todas formas los
chicos que vienen a este local ya son más grandes, por lo que si quieren comer
papas chips se las compran en el kiosko de la esquina antes de entrar a clase y
listo”.
Se
mostraba un tanto enojada ya que le parece absurdo que no le permitan vender estos
productos, cuando al fin y al cabo esto no significa que los adolescentes coman
de forma saludable ya que pueden adquirirlos igual en otro lugar.
Recorriendo
los pasillos de la institución observamos que en los tachos de basura había
residuos de snacks, por lo que fuimos a conversar con una limpiadora y le preguntamos
si era frecuente verlos. Ella respondió que sí, que ella al barrer sigue viendo
envoltorios de snacks, quizá menos que antes, pero sigue habiendo.
Lo
que podemos concluir es que el cambio de hábitos alimenticios no pasa por hacer
respetar una ley en la que se prohíba la venta de alimentos poco saludables,
sino que para ello es necesario un cambio de mentalidad y principalmente de
hábitos en los niños. Por supuesto esto es muy difícil, por lo que se vuelve
imprescindible la educación en este aspecto por parte de las familias. Siempre
es fundamental que los padres prediquen con el ejemplo, de lo contrario el niño
jamás considerará necesario cambiar su forma de alimentarse.
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